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Capítulo
Punto 907
Llamamiento · Punto 907

 «Nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me esse?» —¿No sabíais que yo debo emplearme
en las cosas que miran al servicio de mi Padre?
Respuesta de Jesús adolescente. Y respuesta a una madre como su Madre,
que hace tres días
que va en su busca, creyéndole perdido. —Respuesta que tiene por complemento aquellas palabras
de Cristo, que transcribe San Mateo: «El que ama a su padre o a su madre
más que a mí,
no es digno de mí».
 

Lc 2,41-52

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.

Comentario

Paolo Caliari, El Veronés,
Jesús en el templo entre los doctores, detalle

El dorso de la octavilla en la que Josemaría escribió el original de este texto es una media carta dirigida a Eugenio Vallarino, un estudiante de Ingeniería de Caminos, y escrita con letra de Álvaro del Portillo.

La otra media cuartilla, con la otra media carta, es el soporte del punto 296 y allí consta la fecha y por tanto el límite redaccional de ambos puntos: 4-I-1939.

San Josemaría ya había tratado de este tema en sus predicaciones, cuando se encontraba refugiado a causa de lña persecución religiosa en la Legación de Honduras en Madrid, durante 1937:

«¿Cuál es el proceder de Jesús con sus padres? Narra el Evangelio que al verle se admiraron: 'et videntes admirati sunt. Et dixit mater eius ad illum: Fili, quid fecisti nobis sic? Ecce pater tuus et ego dolentes quærebamus te' (Lc 2, 48); y le preguntó su Madre: Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Jesús responde: 'Quid est quod me quærebatis? Nesciebatis quia in his quæ Patris mei sunt, oportet me esse?' (Lc 2, 49). ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre? ¿Será esto despego? No: es, sencillamente, colocar a la familia en el plano que le corresponde» [1].

La radicalidad del Evangelio no puede ser obviada. San Josemaría vivió, y enseñó a vivir esas enseñanzas del Evangelio con toda su radicalidad,, a la vez que exaltaba los valores del matrimonio y de la familia y la veneración de los hijos a sus padres.

El Domingo de Ramos de 1971 predicaba en Roma:

«Verdaderamente es infinita la ternura de Nuestro Señor. Mirad con qué delicadeza trata a sus hijos. Ha hecho del matrimonio un vínculo santo, imagen de la unión de Cristo con su Iglesia (cfr Eph V, 32) un gran sacramento en el que se funda la familia cristiana, que ha de ser, con la gracia de Dios, un ambiente de paz y de concordia, escuela de santidad. Los padres son cooperadores de Dios. De ahí arranca el amable deber de veneración, que corresponde a los hijos. Con razón, el cuarto mandamiento puede llamarse –lo escribí hace tantos años [2]– dulcísimo precepto del decálogo. Si se vive el matrimonio como Dios quiere, santamente, el hogar será un rincón de paz, luminoso y alegre» [3].

Vid el comentario de San Josemaría al quinto misterio gozoso en su Santo Rosario.



[1] Predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras, en Madrid, «El Niño perdido y hallado en el Templo», 8-VII-1937, pg 196; XXXI.

[2] Así, en Instrucción, 31-V-1936, nº 33. Vid también Forja, 21; Conversaciones, 100-101.

[3] Es Cristo que pasa, 78.