Menú
Capítulo
Punto 917
Llamamiento · Punto 917

 «Nonne cor nostrum ardens erat in nobis, dum loqueretur in via?» —¿Acaso nuestro corazón no ardía
en nosotros cuando nos hablaba en el camino?
Estas palabras de los discípulos de Emaús debían salir espontáneas,
si eres apóstol,
de labios de tus compañeros
de profesión, después de encontrarte a ti
en el camino de su vida.
 

Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.

Él les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?»

Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería Él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían queÉl vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron».

Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.

Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.

Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.

 

Comentario

Caravaggio, Cena en Emaús

Este es un tema frucuente en la predicación de San Josemaría Escrivá. Había escrito en un documento de 1934:

«Porque sólo así vibraréis con la vibración que el espíritu de la Obra exige, haciendo que se repita muchas veces, por quienes os tratan en el ejercicio de vuestras profesiones y en vuestra actuación social, aquel comentario de Cleofás y de su compañero de Emaús: nonne cor nostrum ardens erat in nobis, dum loqueretur in via?; ¿acaso nuestro corazón no ardía en nosotros, cuando nos hablaba en el camino? (Luc XXIV, 32).

En el camino de vuestra vida, ¡cuántos corazones de compañeros vuestros podéis hacer arder!» [1].

Ya en su Cuaderno de 1932 se expresaba así:

«El Santo Evangelio de la feria II después de la Pascua ¡cuánta aplicación tiene también al especial modo de ser de la Obra de Dios! Jesús habla con Cleofás y su compañero, desentraña la verdadera doctrina haciéndoles comprender la necesidad de su pasión... «Nonne haec oportuit pati Christum et ita intrare in gloriam suam?» (Luc. 24).

Y se gana a aquellos hombres, que procuran retenerle: «Mane nobiscum, quoniam advesperascit, et inclinata est iam dies». «Et intravit cum illis». Y se da a conocer en la fracción del Pan. –¡Qué hermoso camino nos muestra el Señor! Eso nos pide y también que quienes nos vean y nos oigan puedan decir aquel comentario ¡tan gráfico! de los discípulos de Emaús: «Nonne cor nostrum ardens erat in nobis dum loqueretur in via?...» [2].



[1] Instrucción, 1-IV-1934, nº 3.

[2] Cuaderno V, nº 675, 29-III-1932.