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Capítulo
Punto 971
El apostolado · Punto 971

 Me parece tan bien
tu devoción por los primeros cristianos,
que haré lo posible
por fomentarla,
para que ejercites —como ellos—,
cada día
con más entusiasmo, ese apostolado eficaz de discreción
y de confidencia.

Comentario

El tenor redaccional de este texto es interesante: San Josemaría explicaba continuamente en su enseñanza que la vida y el apostolado secular en medio del mundo era «como el de los primeros cristianos».

Esto se grababa fuertemente en los jóvenes, que le manifestaban su admiración hacia aquellos primeros hombres y mujeres en la fe. Este punto 971 escenifica una conversaciones sobre esa «devoción», que San Josemaría se propone fomentar.

Desde 1932 al menos, San Josemaría comienza a referirse en sus Apuntes íntimos a los «cristianos primitivos», a los «primeros cristianos». Qué entiende propiamente con este concepto no es del todo fácil de precisar [1].

Me parece que la acepción más característica de los primeros cristianos en Camino es la que hace en el punto 925. Son «los discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro».

Se trata de aquellos hombres y mujeres de la generación apostólica, y San Josemaría estimula a «acomodarse a su conducta».

Los Hechos de los Apóstoles describen a esas mujeres y hombres de los albores del cristianismo cantando el salmo 2 y reunidos en la casa de la madre de Marcos (punto 570). Son «los santos», a los que San Pablo dirige sus Cartas (punto 469).

En otras ocasiones, el concepto de «primeros cristianos» en la pluma de San Josemaría parece trascender a la generación apostólica para abarcar a los cristianos de los dos o tres primeros siglos, en su expansión misionera a lo largo y a lo ancho del mundo conocido entonces, hasta la conversión de Constantino [2].

Es el caso del texto que citamos a continuación. Son aquellos hombres y mujeres anónimos que extendieron la fe de Cristo de persona a persona, de familia a familia: aquellos zapateros y mercaderes, que escandalizaban a Celso [3].

Tenemos dos documentos que hacen referencia muy directa a las ideas de este punto. El primero es un apunte de la meditación que predicó San Josemaría a un grupo de miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas en Burgos.

 

Es un texto muy escueto, pero muy elocuente:

 

«Los primeros cristianos, instrumentos. No, Constantino: ¡ellos!» [4].

La tesis San Josemaríaes clara: no fue el Emperador lo decisivo para que se extendiera la fe cristiana a lo largo y a lo ancho del Imperio Romano, sino la realidad de la vida de fe de los creyentes, anunciada y testimoniada desde la entraña de la sociedad, donde vivían, con todos los demás, los primeros cristianos.

San Josemaría denomina a esa acción de las mujeres y hombres de las primeras comunidades cristianas, «apostolado de discreción y de confidencia» [5].

Tenía un gran interés por lograr un conocimiento histórico riguroso de los «primeros cristianos» [6], que habían pasado a ser en su pensamiento, como dijo García Suárez, «una categoría teológica normativa» [7].

El segundo documento es una Nota explicativa sobre la actividad del Opus Dei, que el Fundador del Opus Dei entregó en abril del 38 al Vicario General de Madrid. Allí se lee, después de una breve historia:

«Estado actual: la Obra sigue su camino silenciosamente, sin interrumpirse en buena parte sus actividades, ni en la zona roja... Agrupa a su alrededor cerca de un centenar de almas vibrantes que ejercitan, casados o en celibato (la Obra forma padres de familia), su apostolado eficaz de discreción y de confidencia» [8].

Sin embargo, la expresión más habitual de San Josemaría para designar esta dimensión del apostolado era «apostolado de amistad y confidencia». Con esta expresión subrayaba que la amistad humana es el lugar antropológico del apostolado secular.

Sobre la «discreción» leer la Introducción al capítulo que lleva ese título.



[1] Vid sobre el tema en Camino, puntos 469, 570, 925 y 970-973 con sus respectivos comentarios; la Introd al capítulo 43 y los comentarios a los puntos 291, 482, 518, 543, 808, 926.

[2] A principios del siglo XX Adolfo von Harnack propuso la tesis, hoy comúnmente aceptada, según la cual la expansión del Cristianismo en los primeros siglos se hizo más por el «contagio» y el testimonio personal y familiar que por la predicación «oficial» del ministerio eclesiástico.

«No cabe duda alguna que la gran expansión del Cristianismo tuvo lugar esencialmente a través de cristianos corrientes (‘misioneros no oficiales’). Justino y Taciano nos lo han explicado con palabras inequívocas. […] Debemos afirmar asimismo que precisamente las mujeres jugaron un papel decisivo en esta expansión».

Vid Adolf von Harnack, Die Mission und Ausbreitung des Christentums in den ersten drei Jahrhunderten, J. C. Hinrichs'sche Buchhandlung, 4ª ed, Leipzig 1924, pg 378.

[3] Vid Origenes, Contra Celsum, lib III, 55s; BAC 271, 1967, pg 219s.

[4] Plática «Pedro y Pablo, instrumentos», predicada a los Propagandistas, Burgos 29-VI-1938; guión nº 81.

[5] En las galeradas de Valencia se introdujo una errata que no identificaron los correctores y que pasó al texto impreso: Apostolado, con mayúscula. San Josemaría tanto en la «gaitica», de su puño y letra, como en el original para la imprenta, lo escribió con minúscula, exactamente igual que en el punto siguiente: «apostolado de discreción y confidencia» (punto 972).

Escribe «Apostolado» con mayúscula sólo una vez ( en el punto 967), para hacer la contraposición entre «tu» apostolado y «su» Apostolado. También lo pone con mayúscula una sola vez en Forja y con la misma acepción:

«No te crees más obligaciones que... la gloria de Dios, su Amor, su Apostolado» (Forja, 87).

[6] El tema histórico correspondiente preocupaba notablemente a San Josemaría. En su Cuaderno de Apuntes íntimos de 1935 dejó escrito:


«El viernes estuve con el P. [Rafael] Alcocer [benedictino de la Iglesia de Montserrat, en la calle San Bernardo de Madrid], que está al frente de la «Biblioteca Pax», y fui para que me diera bibliografía, indicándome libros que hagan una investigación seria sobre la vida de los primeros cristianos. El P. Alcocer había publicado, en esa biblioteca Pax, un libro sobre la Sta. Misa, y hacía en él referencia a las vírgenes y ascetas de los primeros siglos [Iniciación litúrgica: la Misa, «Biblioteca Pax», 1, Madrid 1935, pgs 128-129: «los 'ascetas' y 'vírgenes', aquellos fieles que, sin abandonar la familia, vivían en castidad...»].

Hube de hablarle de la Obra. Se entusiasmó. Me dijo que nada hay, que él sepa, sobre la vida de los primeros cristianos; pero que todo lo que encuentre me lo mandará, y que buscará fuera de España quien escriba un libro sobre ese hermoso asunto, y lo publicará en la editorial 'Pax'» (Cuaderno VIII, nº 1301, 17-XI-1935).

El libro que provoca la entrevista se había publicado ¡el mes anterior! El tema seguía vivo para San Josemaría durante la guerra civil. Escribía José María Albareda:

«El Abad de Montserrat ha pasado la noche anterior en el Hotel Sabadell y luego ha subido, con un benedictino, a nuestra habitación, donde ha estado un rato hablando con el Padre y Pedro. El tema de conversación ha sido sobre la vida de los primeros cristianos, y datos que hay sobre ello. Han prometido enviar bibliografía sobre esto»

(Diario de Burgos, AGP, sec A, leg 2, carp 4, exp 1, 3-V-1938; J.Mª Albareda).

El tema preocupaba igualmente a San Pedro Poveda, con el que San Josemaría tenía, como ya he apuntado, una gran amistad.

No hay que descartar que los «primeros cristianos» estuvieran en las conversaciones de aquellas dos almas grandes. Una antología de textos de San Pedro Poveda se ha publicado recientemente bajo el título Vivir como los primeros cristianos, Narcea, Madrid 1995.

[7] «Existencia secular cristiana», en Scripta Theologica 2 (1970) 162, reproducido en Alfredo Garcia Suarez, Eclesiología, Catequesis, Espiritualidad, Eunsa («Biblioteca de Teología», 23), Pamplona 1998, pg 672. Vid sobre el tema Domingo Ramos-Lissón, «El ejemplo de los primeros cristianos en la enseñanza del Beato Josemaría», en Romana, Bollettino della Prelatura della Santa Croce e Opus Dei, 15 (1999/2) pgs 292-307.

[8] Nota de San Josemaría a Francisco Morán, Burgos 4-IV-1938; EF 380404-1.