Menú
Capítulo
Punto 991
Perseverancia. Punto 991

 No puedes «subir».

—No es extraño: ¡aquella caída!...

Persevera y «subirás».

—Recuerda lo que dice un autor espiritual:
tu pobre alma
es pájaro,
que todavía lleva pegadas con barro
sus alas.
Hacen falta
soles de cielo
y esfuerzos personales, pequeños y constantes, para arrancar
esas inclinaciones,
esas imaginaciones,
ese decaimiento:
ese barro pegadizo
de tus alas.
Y te verás libre.

—Si perseveras, «subirás».
 

Comentario

San Josemaría escribió una página durante su retiro espiritual de Segovia del año 1932, en la que resuena esta misma temática:

«Y me pongo en coloquio con Santa María: ¡oh, Señora!, para vivir el ideal que Dios ha puesto en mi corazón, necesito volar... muy alto, ¡muy alto! No basta despreciar, con la ayuda divina, las cosas de este mundo, sabiendo que son tierra: aunque el universo entero lo ponga en un montón bajo mis pies, para estar más cerca del cielo..., no basta. Volar, sin apoyarme en nada de aquí, pendiente de la voz y el soplo del Espíritu.

Pero ¡mis alas están manchadas!: barro de años, sucio, pegadizo... Señora, ¡que apenas puedo remontar el vuelo!: que la tierra me atrae, como un imán maldito, de honores, de carne en racimo tentador, de riquezas... María, Virgen de los Besos: tú puedes hacer que tu niño, José María, Mariano –¡soy tan tuyo!–, desde este palomarcico de Teresa, se lance al vuelo definitivo y glorioso, que tiene su fin en el Corazón de Dios» [1].

No he podido identificar al autor espiritual que cita. ¿Podría ser el autor del libro que utilizó durante aquellos Ejercicios Espirituales? [2].

Parace haber cierta proximidad temática con el famoso «pajarillo» con las alas mojadas, al que se refiere Santa Teresita al final del manuscrito B (4r-5v). Pero me parece que San Josemaría nunca llamaría a la petite Thérèse de una manera tan académica: «un autor espiritual»...



[1] Ejercicios Espirituales, Día 4º, viernes, 7-X-1932; Apuntes íntimos, nº 1645. San Josemaría hizo ese retiro en el Convento de los Carmelitas, donde yace el cuerpo de San Juan de la Cruz. Como se ve, experimentaba en sí mismo el deseo del «vuelo definitivo y glorioso» y a la vez sentía el cerco que la triple concupiscencia de la que habla San Juan (1 Jn 2, 16).somete al alma cristiana.

[2] En las notas de aquellos Ejercicios Espirituales alude al libro en cuestión con estas palabras:

«¡Hermosa consideración, la que acabo de copiar a la letra del libro que empleo en este retiro!»

(Ejercicios Espirituales, Día 8º, martes, 10-X-1932; Apínt, nº 1670).