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Capítulo
Punto 199
Mortificación · Punto 199

 Si el grano de trigo
no muere
queda infecundo.
—¿No quieres ser grano de trigo,
morir
por la mortificación,
y dar espigas
bien granadas? —¡Que Jesús bendiga tu trigal!

Comentario

Pasa con este punto algo parecido a lo del anterior. La octavilla se escribe muy probablemente a partir de un guión perteneciente a la predicación de San Josemaría en Vitoria-Vergara [1]:

«Que seamos granos de trigo, que den espigas fecundas... Y que Jesús bendiga el trigal, como yo os bendigo in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti» [2].

Es doctrina tan antigua como el Evangelio mismo y es ese mensaje del Evangelio el que aquí entrega San Josemaria . Pero todo está teñido de la experiencia de sufrimiento y de gracia que la situación de la guerra está ofreciendo a San Josemaría. Véase en este sentido este pasaje de la predicación en la Legación de Honduras en Madrid.

Primero, el gozo de la palabra evangélica:

«¡Con qué gusto contemplo cómo el grano de trigo se pudre en el surco, se corrompe y muere! (Cfr Ioh 12, 24). Porque muere para traer nueva vida: primero en una brizna verde de hierba, y después en una dorada y esbelta espiga, que es la plenitud en que cuaja la fuerza que latía en la simiente».

Después, la palabra del Evangelio configurando la situación presente:

«Señor: acepto con gusto mi pequeñez, mi oscuridad, mi muerte aparente; no dudo de que todo esto no ha de ser inútil y que algún día fructificará en espigas maduras y llenas de grano» [3].

La temática de este punto 199 hay que ponerla en relación con la del punto 834. Vid com. Ambos fueron escritos en Burgos meditando el pasaje de San Juan abajo citado.

Pero detrás de todo –de la predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras, del guión de los Ejercicios Espirituales que dio en Vergara, del punto de Camino que escribió– estaba sin duda este lance espiritual que apuntó en su Cuaderno de 1935:

«Jueves, 12 de diciembre de 1935: Le decía yo al Señor, hace unos días, en la Santa Misa: ‘Dime algo, Jesús, dime algo’.

Y, como respuesta vi con claridad un sueño que había tenido la noche anterior, en el que Jesús era grano, enterrado y podrido —aparentemente—, para ser después espiga cuajada y fecunda. Y comprendí que ése, y no otro, es mi camino. ¡Buena respuesta!

Efectivamente, desde octubre, aunque creo que nada he dicho, no me falta Cruz..., cruces de todos los tamaños; aunque a mí, de ordinario, me pesan poco: las lleva El» [4].



[1] Así lo da entender la variante: «espigas fecundas» es la lección original.

[2] Ejercicios Espirituales, Plática «Espíritu de mortificación y penitencia», Vitoria 24-VIII-1938; guión nº 117.

[3] Predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras en Madrid, «El trigo y la cizaña», 20-VII-1937, pg 218; XXXV.

[4] Cuaderno VIII, nº 1304.