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Capítulo
Punto 596
Humildad · Punto 596

No te duela
que vean tus faltas;
la ofensa de Dios
y la desedificación
que puedas ocasionar, eso te ha de doler.

—Por lo demás,
que sepan cómo eres
y te desprecien.

—No te cause pena
ser nada,
porque así Jesús
tiene que ponerlo
todo en ti.
 

Comentario

 

Texto del Cuaderno IV, nº 399, fechado –junto con otros tres puntos [1]– en 18-XI-1931. El texto no es una «consideración» sino una nota de examen personal [2] de la que brotará el punto de Camino. Estamos ante un caso prototípico del paso del «yo» de la anotación en Apuntes Intimos en diálogo íntimo con el Señor, al «tú» de Camino, en que San Josemaría conversa con el lector del libro. Las modificaciones textuales fueron ya introducidas en las cuartillas a velógrafo:

«Hoy mismo, después de una conversación como tantas otras, me dio el Señor luces, para comprender mi miseria. Me dejó, como otras veces también, muy mal sabor de boca. No por soberbia, al sentir la falta de toda virtud en mí, sino por la pena de pensar que ni en eso sé dar gusto a Jesús. Agradezco a mi Dios ese chispazo de conocimiento propio, de mi nada... No me duele que vean mis faltas; la ofensa de Dios y la desedificación que puedo ocasionar, eso me duele. Por lo demás que sepan cómo soy y me desprecien. No me causa pena ser nada, porque así Tú tienes que ponerlo todo en mí».

Una consideración, pues, que sale directamente de su oración y de su examen personal; véase el texto citado de San Anselmo [3] y éste de San Juan de Ávila: «Que de todo corazón desee ser menospreciado de todos» [4]. Para el Autor de Camino el punto de partida es la patencia de sus propias faltas, lo que le lleva a esa importante distinción entre el desprecio merecido por ellas –que desea– y la desedificación del prójimo que ellas provocan, que es lo que le duele.

Como se ve, a pesar de la finura de espíritu y del amor a Dios que manifiestan estos textos –o quizá precisamente por ello–, San Josemaría, se consideraba ante el Señor un miserable (p/176, 446, 475, 884), lleno de miserias y «grandísimos pecados» (com/302, 714, 884), que ha sufrido «grandes y numerosas» derrotas, un borrico sarnoso (p/420 y 493: com), nada y menos que nada (p/432). Es algo que ha salido ya por todas partes en los puntos de Camino y en su substrato literario. Daba de sí mismo esta definición, que expresa toda la paradoja cristiana: «un pecador, que ama con locura a Jesucristo» [5]. Esta conciencia de pecador invadido por la gracia de Dios, de fuerte raigambre paulina, es una característica de los grandes santos.

«No te cause pena ser nada, porque así Jesús tiene que ponerlo todo en ti». Esta frase, conclusiva del punto que nos ocupa, es como una síntesis, en diálogo con el Señor, de los célebres versos de 2 Co 12, 9-10: «Me gozo en mis debilidades y miserias para que habite en mí la fuerza de Cristo».

San Josemaría, casi un año después, subrayaba esta frase de Francisca Javiera del Valle en el Decenario: «si hay algo en mí, que no es pecado, de Él es; y si hay algo que merezca alabanza, Él me lo ha dado; yo de Él lo he recibido; yo nada mío tengo, porque soy la misma nada». Y la prolongaba con este comentario:

«Menos que la nada, menos que la negación, porque hay un positivo de maldad en mí. Deo omnis gloria!» [6].

Vid en com/691 la nota que escribe para su confesor en 1934.



[1] Futuros puntos de Camino transcritos ese día: 187, 596, 443, 762.

[2] Es decir, el texto no se encuentra en el nivel d, sino en el b de los Apuntes íntimos (vid IntrodGen § 3, 1, b; pg 24).

[3] Vid com/594.

[4] Cinco grados de humildad ; BAC 324, 1971, pg 505, lín 8-9.

[5] Yo, personalmente –creo que todos los que han convivido con él podrían decir lo mismo–, le he oído en diversas ocasiones, de una manera o de otra, esta autodefinición de su vida, que ya había dado en 1940 a un ilustre periodista español, D. Manuel Aznar, que fue Director de La Vanguardia, de Barcelona, y le manifestó el deseo de escribir su biografía. Vid un detenido relato en Álvaro del Portillo, Entrevista, pg 207. Pocos meses antes de su muerte lo decía con palabra fuerte y desconcertante humildad, conversando con los miembros del Consejo General del Opus Dei: «¿El Padre? Un pecador que ama a Jesucristo, que no acaba de aprender las lecciones que Dios le da; un bobo muy grande: ¡esto era el Padre! Decidlo a los que os pregunten, que os lo preguntarán» (Notas de una tertulia, Roma 4-III-1975; AGP, sec A, leg 51; también en AGP, sec P, leg 1, 1977, pg 12).

—En una conversación de San Josemaría, en los primeros años cuarenta, con Fray José López Ortiz, futuro Obispo de Tuy-Vigo, y según el testimonio de éste, el Autor de Camino le decía: «No te preocupes, Pepe, porque todo lo que dicen aquí, gracias a Dios, es falso: pero si me conociesen mejor, habrían podido afirmar con verdad cosas mucho peores, porque yo no soy más que un pobre pecador, que ama con locura a Jesucristo».

Fray José López Ortiz, según cuenta Álvaro del Portillo, que asistió a la entrevista, había entregado a San Josemaría una copia de un «dossier reservado» sobre la Obra y su Fundador: los servicios de información de la Falange lo habían hecho llegar a las autoridades locales, y a López Ortiz se lo facilitó una persona de su confianza. Aquel documento rebosaba calumnias y significaba el comienzo de otra campaña difamatoria contra el Fundador. Recogía todas las maledicencias divulgadas con anterioridad. San Josemaría dijo la frase transcrita cuando terminó la lectura del dossier, al ver la pena y preocupación de Fray José (Vid Álvaro del Portillo, Entrevista, pgs 118s; y José López Ortiz, «Testimonio», en Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei, 1994, pgs 241-242).

[6] Glosas marginales al Decenario 1932, pg 71; Patmos 35, pg 119; Logos 52, pg 170]. El subrayado es del Autor.