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Capítulo
Punto 1
Carácter · Punto 1

 Que tu vida
no sea una vida estéril.

—Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe
y de tu amor.

Borra,
con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron
los sembradores impuros del odio.

—Y enciende
todos los caminos
de la tierra
con el fuego de Cristo que llevas en el corazón.


 

 

Comentario

David Koff, Japón: el primer punto de Camino

"Tenía unos 14 años -cuenta Koff- cuando leí Camino por primera vez. Entonces tenía muchos sueños y un gran afán de aventuras y... ¡todavía lo sigo teniendo!

Este primer punto de Camino se me quedó profundamente marcado; especialmente, esas frases: “Sé útil. Deja poso.”; “Enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón.”.

Entonces era un joven apasionado. Ahora, a mis 51 años, he visto muchas cosas de la vida y he comprobado, gracias a los errores y los fracasos, que las cosas no son tan fáciles como uno pensaba en un primer momento.

Por ejemplo: llevo desde hace una década intentando sacar adelante un colegio que, por fin, tras muchos esfuerzos, está a punto de comenzar. Y ahora me ilusiona sacar adelante una universidad. Al principio pueden parecer empeños imposibles. Pero luego, en la oración, se descubre que todo es posible con la ayuda de Dios.

Me pasa lo mismo con mis defectos. ¡Llevo tantos años batallando con ellos! Pero las enseñanzas de Camino me impulsan a seguir luchando cada día con un nuevo afán.

Han pasado muchos años desde que leí Camino, por primera vez, y siempre que releeo este primer punto me sigue impresionando".

 

El punto número 1 de Camino ocupa ese lugar desde los primeros esbozos del libro por parte de San Josemaría. El punto es transcripción casi literal de un texto que había escrito en el Cuaderno V[1]:

«Niño: que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Deja poso. Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu Amor. Borra, con tu vida de Apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los caracoles impuros y llenos de odio. Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo, que llevas en el corazón».

La palabra que introduce el texto en Apuntes íntimos –«Niño»–, que no pasará al texto impreso, muestra el carácter autobiográfico y contemplativo del pasaje, que se sitúa en el clima espiritual de «vida de infancia», tan marcado en los Cuadernos que escribió San Josemaría en 1931 y 1932.

Es ante todo su propia vida la que San Josemaría Escrivá desea que responda a estas coordenadas. Contempla, en un «crescendo» antropológico y cristológico, el sentido de su vida y de toda vida cristiana y, más específicamente, el sentido cristiano del tiempo, del tiempo personal, del tiempo «disponible», sólo inteligible para el Autor en la perspectiva de la misión, de lo que él llamará el «mandato imperativo de Cristo» (leer en este sentido el punto 942).

Desde el principio del libro se anuncian sus grandes temas: la Fe, el Amor, el corazón, los caminos de la tierra, el apostolado, servir, el fuego de Cristo...

Este punto primero –y sus formulaciones– ha pasado a ser emblemático del estilo espiritual del libro e incluso del mensaje que su Autor extendió por el mundo, como se refleja en la oración pública oficial a San Josemaría, donde se pide a Dios que sepa –el que ora– «convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte […], iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor». El «fuego de Cristo» con el que culmina este punto hay que ponerlo en relación con el texto de Lc 12, 49 citado en el punto 801.



San Josemaría, autor de Camino

La crítica textual ofrece una información de singular interés redaccional: «los sembradores impuros del odio» de que habla el texto aparecen en Consideraciones Espirituales (edición de 1932) y por supuesto en el original del Cuaderno, con la sorprendente fórmula «los caracoles impuros y llenos de odio».

En el ejemplar de Consideraciones Espirituales de 1932 que San Josemaría mostró al P. Sánchez Ruiz en julio de 1933 ya aparece –en corrección autógrafa– el cambio, que pasará a la edición de Cuenca y al texto definitivo [2] .


[1] Cuaderno V, nº 586, hoja 45v, redactado el 26-I-1932.

[2] El Dr. Julio González-Simancas, al conocer el aparato crítico de este punto, me brindó la hipótesis que expongo a continuación. Es posible que, en el background literario del texto, especialmente en la expresión «caracoles impuros», haya resonancia de este pasaje de los Episodios Nacionales (aunque San Josemaría no tenía ninguna especial simpatía a Pérez Galdós, tan fuertemente anticlerical):


«Cosas y personas mueren, y la Historia es encadenamiento de vidas y sucesos, imagen de la Naturaleza, que de los despojos de una existencia hace otras, y se alimenta de la propia muerte. El continuo engendrar de unos hechos en el vientre de otros es la Historia, hija del Ayer, hermana del Hoy y madre del Mañana. Todos los hombres hacen historia inédita; todo el que vive va creando ideales volúmenes que ni se estampan ni aun se escriben. Digno será del lauro de Clío quien deje marcado de alguna manera el rastro de su existencia al pasar por el mundo, como los caracoles que van soltando sobre las piedras un hilo de baba con que imprimen su lento andar.

Eso haré yo, caracol que aún tengo largo camino por delante; y no me digan que la huella babosa que dejo no merece ser mirada por los venideros. Respondo que todo ejemplo de vida contiene enseñanza para los que vienen detrás, ya sea por fas, ya sea por nefas, y útil es toda noticia del vivir de un hombre, ya ofrezcan sus relatos la diafanidad de los hechos virtuosos, ya la negrura de los feos y abominables, porque los primeros son imagen consoladora que enseñe a los malos el rostro de la perfección para imitarlo; los otros, imagen terrorífica que señale a los buenos las muecas y visajes del pecado para que huyan de parecérsele»

(Benito PErez GaldÓs, Tormentas del 48, cap VI, 2° párrafo; Historia 16, Madrid 1995, pgs 46s: subrayados míos; es el primer tomo de la Cuarta Serie de los Episodios Nacionales). Es posible, ciertamente, que el texto galdosiano suscitara en el autor de Camino la fórmula originaria, basada en la huella de los caracoles, que tachó y cambió después.