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Capítulo
Punto 594
Humildad · Punto 594

No eres humilde cuando te humillas, sino cuando
te humillan
y lo llevas por Cristo.

Comentario

Boticelli, La Trinidad

Texto del Cuaderno V, nº 676, fechado en 30-III-1932. También aquí el original comienza así: «Niño, no eres humilde etc.».

Es otro aspecto de la doctrina clásica de la humildad que tiene una importancia muy singular en la predicación y en la praxis del Beato Josemaría Escrivá. Lo que el Autor afirma aquí es un momento decisivo del patrimonio de experiencia cristiana acerca de la humildad. Escribe San Anselmo: «los que quieran subir al monte de la verdadera humildad y se juzgan a sí mismos despreciables, deben tolerar también que otros, al juzgarlos, les desprecien» [1].

La frase «no eres humilde cuando te humillas» no es sólo un contrapunto a la segunda parte del texto; tiene su peculiar consistencia y su propio mensaje. En la experiencia y praxis espiritual del Autor ciertos actos exteriores de humillación eran, muy sospechosos de inautenticidad, de «falsa humildad». En efecto, quiere evitar de raíz todo lo que parezca mera exterioridad –«así, tan humildico» (p/603)– que chocaba con la naturalidad de la vida cristiana en el mundo, que él predicaba. Así, no se encontrará en C –por seguir con los ejemplos de arriba– insistencia alguna en el «segundo grado» de humildad que profesa San Juan de Ávila: «Este menosprecio muestra (el hombre) exteriormente en el hábito y en el andar» [2]. Por lo demás el contrapunto entre los dos miembros de la frase, unido al explícito contenido cristológico con que el Autor plantea la recepción de las humillaciones, tiene una fuerte capacidad de situar al lector ante la cuestión existencial de la humildad.



[1] San Anselmo, De similitudinibus, cap 106; PL 149, 668 A. San Anselmo llama a esta actitud cristiana quinto grado de humildad. Lo mismo en los autores posteriores: por ej –entre los clásicos españoles–, San Juan de Ávila, que formula así el tercero de los cinco grados de humildad que establece: «(que el hombre) cuando es menospreciado de otros, tenga paciencia» (Cinco grados de humildad; BAC 324, 1971, pg 505, lín 6); y el P. Alonso Rodríguez describe así su «segundo escalón» de la humildad: «sufrir con paciencia ser despreciado de otros: que cuando se os ofreciere alguna ocasión, que parezca que es menoscabo y desprecio vuestro, lo llevéis bien» (Ejercicio de perfección, Parte 2, tratado 3º, cap 14; AP, 1950, pg 901). El Autor de C se desinteresa –en su pedagogía pastoral, podríamos decir– por la clasificación y la sistematización de los grados de la humildad, escalones de la humildad, etc., tan frecuente en los autores; lo mismo que por las etapas de la oración, de la contemplación, etc. Distinciones y sistematizaciones que evidentemente conoce, pero que se «salta» con toda naturalidad, y prescinde de esa terminología. Se diría que él, con los puntos de C sobre la humildad busca remover la experiencia cristiana del lector y provocar con la meditación de esos puntos una nueva comprensión y una nueva experiencia personal en su combate interior.

[2] Cinco grados de humildad; BAC 324, 1971, pg 505, lín 6.