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Capítulo
Punto 801
Proselitismo · Punto 801

 Aún resuena
en el mundo
aquel grito divino:
«Fuego he venido a traer a la tierra,
¿y qué quiero
sino que se encienda?»

—Y ya ves: casi todo está apagado...
¿No te animas
a propagar el incendio?
 

Comentario

San Josemaría escribió este texto durante su estancia en Burgos, sobre una octavilla, con tinta y con rasgos fuertes. En el dorso de esta ficha hizo un pequeño inventario de la ropa de que disponía: camisas, camisetas, etc.

Era el recuento de sus pobres existencias de ropa interior. El contraste entre anverso y reverso de esta octavilla subraya paradójicamente el mensaje espiritual de San Josemaría: Dios metido en la vida de cada día, la santificación del cristiano en y a través de las situaciones cotidianas.

El texto bíblico que da origen a este punto es una de las palabras que el Señor pronunció en el corazón de San Josemaría.

Espigando en sus Apuntes íntimos, esta consideración aparece por todas partes, de un modo o de otro. Es muy representativa esta nota que escribió en 1934, durante sus Ejercicios Espirituales. En ella se dirige a la Virgen María y, sin solución de continuidad, pasa a hablar con Jesús:

«Tú sabes bien lo que necesito. Antes que nada, dolor de Amor: ¿llorar?... O sin llorar: pero que me duela de veras, que limpiemos bien el alma del borrico de Jesús [1]. Ut iumentum!... ¡Oh!, quiero servirle de trono para un triunfo mayor que el de Jerusalem..., porque no tendrá Judas, ni huerto de los Olivos, ni noche cerrada... ¡Haremos que arda el mundo, en las llamas del fuego que viniste a traer a la tierra!... Y la luz de tu verdad, Jesús nuestro, iluminará las inteligencias, en un día sin fin.

Yo te oigo clamar, Rey mío, con voz viva, que aún vibra [2]: 'ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?' –Y contesto –todo yo– con mis sentidos y mis potencias: 'ecce ego: quia vocasti me!'» [3].

Este «fuego de Cristo» es el mismo fuego del que habla en el primer punto de Camino: el fuego de Cristo, el fuego que Cristo ha venido a traer a la tierra es el Espíritu Santo en los corazones:

Había escrito el 13-V-1932: «Que el fuego de tu Espíritu me llene» [4].

A lo largo de su vida San Josemaría evocó y explicó, una vez y otra, este diálogo suyo con el Señor.

«Cuando yo tenía barruntos de que el Señor quería algo y no sabía lo que era, decía gritando, cantando, ¡como podía!, unas palabras que seguramente, si no las habéis pronunciado con la boca, las habéis paladeado con el corazón: ignem veni mittere in terram et quid volo nisi ut accendatur? (Lc 12, 49); he venido a poner fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda? Y la contestación: ecce ego quia vocasti me! (1 Reg 3, 9), aquí estoy, porque me has llamado» [5].

En sus Cuadernos de Apuntes íntimos se encuentran numerosas alusiones a este fuego divino. Copio algunos de los apuntes que escribió en el último trimestre de 1931, en que el tema estaba vivísimo en su corazón:

«¡Oh, Jesús, acelera el momento! Fortalece nuestras almas, envía vocaciones, allana el camino y, sobre todo, embriáganos de Amor, que nos haga antorchas vivas que enciendan la tierra, con el divino fuego que Tú trajiste» [6].

«Enseñar de todo: desde derecho hasta... ¡álgebra!, porque, si no, no se come... Esto, que ha sido, a veces, la realidad de mi vida: no lo siento yo: no tengo para esto vocación. Ahora: enseñar una, dos... tres ramas del Derecho a jóvenes que quieren aprender, y a quienes se puede encender, de paso, en el fuego de Cristo... Esto, sí: esto lo siento yo: para esto, tengo vocación» [7].

«Día de San Francisco Xavier, 1931. –Jesús, que tus hijos sean como una brasa encendidísima, sin llamaradas que se vean de lejos. Una brasa que ponga el primer punto de fuego, en cada corazón que traten... Tú harás que ese chispazo se convierta en un incendio: tus Angeles –lo sé, lo he visto– son muy entendidos en eso de soplar sobre el rescoldo de los corazones..., y un corazón sin cenizas no puede por menos de ser tuyo» [8].



[1] Para el tema del «borrico», vid com/420, 606 y 998.

[2] «con voz viva, que aún vibra»: parece una forma velada de aludir al texto de San Lucas : ignem veni mittere in terram et quid volo nisi ut accendatur (fuego he venido a traer a la tierra, y que quiero sino que arda) como locución, posiblemente anterior a la fecha fundacional del Opus Dei, 2-X-1928, según él mismo insinúa en el texto citado más abajo, al decir que lo repetía cuando yo tenía barruntos.

[3] Apuntes íntimos, nº 1741, 16-VII-1934, lunes. El último párrafo es la matriz del punto 52 de Forja:

«Escribías: ‘yo te oigo clamar, Rey mío, con viva voz, que aún vibra: —he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?’ | Después añadías: ‘Señor, te respondo –todo yo– con mis sentidos y potencias: —¡aquí me tienes porque me has llamado!’ | —Que sea esta respuesta tuya una realidad cotidiana».

[4] Cuaderno V, nº 724.

[5] Notas de una meditación, Roma, 2-X-1962; AGP, sec A, leg 51. Unos meses después predicaba en estos términos: «Me acuerdo de aquel pobrecito que oía en el fondo de su alma, por años, sin saber lo que era: ignem veni mittere in terram et quid volo nisi ut accendatur? En medio de la flaqueza humana, respondía: ecce ego: quia vocasti me! Señor, aquí me tienes, porque me has llamado... y sin saber a qué le llamaba» (AGP, sec P, leg 18, pgs 216s).

[6] Cuaderno IV, nº 323, 12-X-1931. Matriz de Forja, 31.

[7] Cuaderno IV, nº 441, 2-XII-1931. Es una consideración que San Josemaría se hace ante la necesidad de dar clases para poder vivir y mantener a su familia. San Josemaría cultivaba durante aquellos años el Derecho Romano y el Derecho Canónico, junto con la Historia del Derecho.

[8] Cuaderno V, nº 449, 3-XII-1931. Matriz de Forja, 9.