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Capítulo
Punto 211
Penitencia · Punto 211

Entierra
con la penitencia,
en el hoyo profundo que abra tu humildad, tus negligencias, ofensas y pecados.

—Así entierra el labrador,
al pie del árbol
que los produjo, frutos podridos, ramillas secas y hojas caducas.

—Y lo que era estéril, mejor, lo que era perjudicial, contribuye eficazmente a una nueva fecundidad.
Aprende a sacar,
de las caídas, impulso: de la muerte, vida.
 

Comentario

 

Octavilla de la serie escrita por San Josemaría en la Legación de Honduras, en Madrid, que reproduce un texto de la hoja 26 del Cuadernito escrito en esa Legación (Apuntes íntimos, nº 1392, 26-V-1937 [1]).

Unos días después San Josemaría escribía a los fieles del Opus Dei que estaban en Valencia:

«De este modo –por algo soy médico– se cumplirá en vosotros aquel aforismo antiguo: gaudium cum pace!

Más todavía: y no perderéis vuestro tono, aunque me hagáis cualquier tontería; porque, entonces, se opera lo mismo que en el campo del labrador: se hace un hoyo, profundo y humilde (¡anda!), se echan en él los frutos podridos, las ramillas secas y las hojas caducas, y se entierran con la ayuda de algún compañero Mío [2].

Y lo que era perjudicial contribuye eficazmente a una nueva fecundidad. Y habremos aprendido a sacar de las caídas, impulso: de la muerte, vida» [3].

En la predicación de San Josemaría en la madrileña Legación de Honduras encontramos otra versión de este mismo tema:

«El estiércol, rodeando a los árboles, hace que sus frutos sean más jugosos, más llenos de sabor; da una nueva vitalidad a las plantas que nacen en la tierra. El estercolero se transforma en vigor, en lozanía, en vida intensa y fecunda.

Todos los sufrimientos que la flaqueza de los demás me han producido, mis propias caídas, toda esta ruindad propia y ajena, que tanto se ha padecido en estos meses pasados, ¿no ha de ser el estercolero que haga germinar y florecer en la tierra de mi alma frutos de santificación y de apostolado?

Si no ocurre así, es que no me muevo sobrenaturalmente, es que permanezco separado, desgajado de mi Dios. Y entonces...» [4].

Nótese cómo San Josemaría se dirige a ellos hablando en primera persona y poniéndose por delante: «me han producido», «mis propias caídas», «no me muevo sobrenaturalmente»... Cuando escribía estas palabras, Dios le había concedido en un subido grado de unión con Él... Vid comentarios a los puntos 302, 596 y 884.



[1] De las notas de ese día procede también el punto 620.

[2] La extraña mayúscula era una forma de indicar quién era ese compañero: un sacerdote en el Sacramento de la Penitencia.

[3] Carta de San Josemaría desde la Legación de Honduras, Madrid 30-V-1937; EF 370530-1.

[4] Predicación de San Josemaría en la Legación de Honduras en Madrid, «Unión y obediencia», 29-VI-1937, pg 161; XXVI.