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Han escrito sobre Camino
Sorprender al texto en su hacerse
Guadalupe Ortíz de Landázuri. Sorprender al texto en su hacerse

Un hito importante en el mundo bibliográfico

Nos encontramos reunidos en la “Pía Almoina” con un motivo bien concreto: la presentación en Barcelona la Edición crítico-histórica de Camino, aquel pequeño libro de consejos espirituales publicado originariamente hace casi setenta años y del que se han editado en este tiempo cerca de cinco millones de ejemplares. Concurren factores muy diversos en este acto singular. De entre ellos destacaré dos especialmente significativos. Nos encontramos, por una parte, en el marco del centenario del nacimiento del autor del libro –Josemaría Escrivá de Balaguer–; año en el que, providencialmente, éste será incluido en el elenco de los santos por la Iglesia Universal, el próximo mes de octubre. Además, el libro que hoy se presenta inicia una empresa ingente: la colección de las “Obras Completas” de Josemaría Escrivá. Nuestro libro, así, al ser el primero, de alguna manera marcará la pauta de dicha colección; una pauta de un rigor, una base documental y un estudio que estimo colosales.

Estamos reunidos –decía– en la Pía Almoina, un edificio emblemático de la Barcelona gótica, que alberga el Archivo y el Museo diocesano de la Ciudad Condal, recientemente abierto de nuevo al público después de una cuidadísima restauración arquitectónica. Aquí se combinan elementos y medios de última tecnología con las bellas piezas de arte multisecular, que quedan destacadas, protegidas y cercanas al visitante por aquellas soluciones estructurales y decorativas que facilitan los medios y la técnica actuales.

Junto a nosotros se encuentra el director del museo, doctor Josep Maria Martí i Bonet, profesor de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teología de Catalunya, que me ha precedido en el uso de la palabra. Lógicamente nos acompaña también el autor de esta edición crítica –él es quien realmente la “presentará”–, don Pedro Rodríguez, profesor de Teología Sistemática de la Universidad de Navarra, entre otros títulos.

Es evidente que, por estos motivos y por otros de carácter interno a la obra, que intentaré destacar, esta novedad literaria marca un hito importante en la bibliografía existente.

Dos características básicas de esta edición crítica

Deseo ante todo señalar dos características, dos rasgos que, a mi parecer, han hecho posible esta obra y que la configuran. El profesor Rodríguez los expone en la Introducción del libro:

Consiste la primera en el hecho de no ceñirse a una edición crítica textual, tal y como se interpreta actualmente este término en los estudios lingüísticos. Según el canon “vigente” –por referirme de una manera directa–, la edición crítica hubiera consistido en fijar el texto y compararlo con las versiones anteriores y posteriores y “fijar” de esta manera el texto definitivo. Una vez realizado este trabajo y publicado, se considera ya “intocable”, ya no puede haber segundas o terceras versiones, porque un estudioso ya lo ha consagrado tras un paciente estudio de fuentes, documentos y variables. Se puede comprender fácilmente que esta investigación es muy útil en los estudios literarios. Sin embargo, el doctor Rodríguez desde el principio de su trabajo se ha desmarcado de este protocolo y ha ampliado de manera decisiva su concepción de la edición crítica que se proponía. El subtítulo del libro ya lo manifiesta: “Edición crítico-histórica”. Se ha añadido al término “edición crítica” el complemento de “histórica”. Con este nuevo término nuestro investigador, a la vez que asume la tradición de las ediciones críticas, amplía enormemente el estudio de campo, ya que pretende abarcar no únicamente la obra –Camino–, sino la vida del autor en tanto en cuanto ha podido influir en la redacción del libro y de cada frase del libro. Rodríguez se sumerge totalmente en la circunstancia que rodea a cada punto y la mira desde diferentes prismas y desde los personajes que intervienen, de una manera directa o indirecta, en la redacción.

Déjenme que les cite, por su expresividad, el objetivo que se marcó el investigador: ...quiere (léase quiso ya que se trata de una perspectiva que ha marcado todo su trabajo) «sorprender al texto en su hacerse»(1). ¿Qué pretende decirnos con esta frase? ¿Cómo se puede “sorprender... en su hacerse” un texto escrito hace setenta años? La ambición y el interés de Pedro Rodríguez sobrepasa el trabajo más brillante del buen investigador al establecer la edición crítica de cualquier obra. El profesor de Navarra utiliza esta expresión casi poética –por ser prácticamente irrealizable– para hacer entender al lector que se meterá en los papeles y documentos hasta introducirse en los más recónditos rincones de las relaciones personales de Josemaría Escrivá y sacarles la sangre de la vida que esconden, para lograr así toda la luz posible –real o intuida– y volcarla sobre cada punto de Camino. No se trata de un simple o ambicioso estudio del “contexto”, sino de extraer verdaderamente la “historia” de cada frase, del momento y –si fuera posible– de la intensidad en que surgió.

La otra característica, que en realidad hace posible la anterior, es la que el profesor Rodríguez ha calificado como “memoria histórica”. No podemos olvidar que nuestro investigador se está moviendo en los años treinta del pasado siglo, en un Madrid, Valencia, Burgos, San Sebastián... de gran inestabilidad material y social, de huida colectiva, refugios, cambios de domicilio y de vestimenta; circunstancias todas en las que era importante no “dejar huellas”, solapar los mensajes, establecer lenguajes cifrados, porque el autor y muchos de sus amigos y discípulos –como tantos otros de sus compatriotas– estaban siendo perseguidos y el elemento espiritual era, para algunos, algo tan “peligroso” que podía provocar desde una detención callejera hasta un consejo de guerra con pena de muerte.

Sorprende francamente el trabajo del autor de la edición crítica, pero no deja de pasmar también la gran cantidad de documentación archivística con que ha podido contar para su estudio: cartas, recortes de periódicos, cuadernos, agendas, anotaciones diversas, procedentes la más de las veces de unos jóvenes que sabían mejor que nadie que aquel material era inflamable, pero que tuvieron la suficiente clarividencia para conservar a buen recaudo dicho material, por breve, conciso y comprometedor que fuera. Ésta es la “memoria histórica” a que alude nuestro profesor, constituida también por los recuerdos de aquellos otros que, ya en el último cuarto del pasado siglo, recogieron por escrito sus memorias.

Se levanta el edificio. La interpretación

Un segundo comentario. Una vez definidos los objetivos y los medios con que cuenta, el autor de esta edición crítica procede a la ingente tarea de levantar el edificio, de construir el cuerpo de la obra. Las dos características que he señalado antes suponen una base, o mejor dicho, la base: lo que Rodríguez se plantea y la documentación que encuentra en los archivos de la Prelatura o en la memoria de algunos testigos a la vuelta de setenta años. Aquí viene la elaboración, que va a consistir en combinar esa diversidad y variedad de elementos para ofrecer al lector la interpretación y la “trastienda” de cada uno de los 999 puntos de Camino. Ha orquestado todo ese mundo; muestra –poniéndolas sobre la mesa del lector– todas las herramientas que utiliza, y alza el edificio de la interpretación: entrega la llave de su trabajo y de los procedimientos utilizados para que el lector pueda seguir paso a paso, absorto, la elaboración de Camino.

A este verdadero trabajo de campo el doctor Pedro Rodríguez lo denomina, con gracejo y precisión, “su laboreo”. “El resultado de todo este laboreo...”(2), dice por ejemplo, como quitando importancia a un trabajo que ha resultado una hazaña. Aunque él no lo diga expresamente, el lector no debe olvidar que nuestro profesor llevaba estudiando el libro, tanteando el terreno, o entrando a fondo en aspectos concretos, desde 1965, aunque no lo hiciera lógicamente con la intensidad de estos tres últimos años.

Para imbuirse en aquellos años, el profesor Rodríguez se ha introducido en las cartas que se escribían unos y otros –con Escrivá, entre ellos...–, y ha establecido los diversos contextos personales de quienes tenían relación con Josemaría Escrivá. Ha releído los diarios íntimos y las memorias de los “cómplices” de Camino: aquellos hombres y mujeres, estudiantes y profesores, sacerdotes y obispos, y sobre todo jóvenes que estaban cerca de él, se proyectan en la redacción del libro, bien por una carta o un encuentro..., bien porque colaboraron en la mecanografía del texto, en el diseño de la cubierta, o en la ordenación de los papeles que el autor les entregaba, en la confección de los índices, etc. Así, por ejemplo, el crítico Rodríguez afila el bisturí hasta poder datar un punto concreto a través de las cartas de ida y vuelta de los estudiantes que se encontraban en el frente. Nuestro profesor ha seguido tan de cerca como ha podido la azarosa vida deambulante del Beato Josemaría y de los papeles que escribía, de la que surge Camino. Queda evidenciado una vez más que Camino es fruto de la vida de su autor y de su incisión apostólica, porque únicamente si se reconstruye la vida –cosa que hace esta edición crítica– se puede establecer el texto como definitivo, con todos los matices que hemos señalado –atípicos de una edición crítica común–.

Disposición de los materiales

Basta mirar el Sumario de la obra para captar la exhaustividad y el rigor del trabajo realizado: claridad, orden. En primer lugar, la Introducción General expone cómo ha trabajado el investigador; sus procedimientos. El segundo sector lo constituye el texto original, segmentado en tres partes, donde aparecen los puntos definitivos de Camino y todo el aparato crítico en el que se recogen las redacciones anteriores (todos los testigos del texto, desde los Apuntes íntimos de Escrivá, pasando por las distintas fases de Consideraciones espirituales y los borradores de Burgos hasta la edición 29ª de Camino, última publicada en vida del autor del libro), las referencias a cartas, nexos entre diversos puntos del libro, referencias cruzadas, relación con la tradición literaria espiritual, etc.

El tercer sector recoge seis Apéndices (lo que el autor llama “piezas de la tradición editorial”), el cuarto los Anexos (el texto original de Consideraciones espirituales en su triple fase) y, finalmente, los Índices, entre los que hay que destacar, por su interés espiritual e histórico, el que se titula “Índice cronológico de los puntos de Camino” y que como indica su nombre permite una lectura nueva y hasta ahora desconocida: el libro reconstruido desde la datación de sus textos.

El valor literario de Camino

La capacidad literaria de Camino no es un tema colateral al motivo que hoy nos reúne. No se trata de un valor añadido al texto, sino que es substancial. No se pueden hacer en este libro escisiones de alta tecnología para separar lo que tiene de literario de lo que es espiritual, ascético. No se trata de un bonito conjunto de pensamientos elevados, ni de una forma bella de expresar lo espiritual. En las palabras que conforman Camino se halla la vida con todos sus matices y con la contundencia de lo literario. El libro nace de la vida, pasa un proceso de depuración y sale de nuevo a la vida con la fuerza propia de lo vital y con la voluntad de transmitir una experiencia que sorprende, que atrae en sí misma.

Aunque la voluntad del autor no era literaria –ahora lo vemos mucho más claro en esta edición–, sí que aparecen indicios elocuentes de que el autor buscaba la manera de decir, la expresión más acertada, para dar una sacudida al lector o, por el contrario, insinuarle delicadamente un pensamiento espiritual, una oportunidad de ser mejor...

En la Edición crítico-histórica la literaturidad queda más patente, ya que asistimos a la composición del texto, a las sucesivas intervenciones del autor para precisar mejor una idea, para sugerir, etc.

* * *

A la hora de acabar y resumir, nombraré los tres valores que me parece que se deben destacar en la obra que hoy presentamos:

—marca un hito en la crítica textual por la manera de incidir en los aspectos históricos;

—es un estudio exhaustivo, pero al alcance de todos, que desentraña el proceso de escritura de cada parte del libro; y

—tiene una manera de seguir la vida de Josemaría Escrivá y de sus discípulos que logra lo que el autor se había planteado en sus iniciales palabras “Al lector”: «Sorprender al texto en su hacerse».

Muchas gracias.

Notas

(1) Edición crítica, pág. XVII.

(2) Ibidem.