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Punto 555
Devociones · Punto 555
¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! —Te «metiste» Oración En ego ¡Oh mi amado y buen Jesús! Alma de Cristo, santifícame. Oración anónima. Siglo XIV
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Comentario
Este punto refleja un episodio místico de la vida de San Josemaría, aquí despersonalizado según su costumbre. La redacción de este punto puede considerarse prototípica de la manera de narrar que le es propia a San Josemaría cuando se quiere esconder como sujeto del suceso y a la vez mantener el estilo dialógico del libro. En este caso tenemos toda la documentación deseable. Era en Burgos, 6-VI-1938. Iba San Josemaría hacia el Monasterio de las Huelgas, donde investigaba su tesis doctoral. Caminaba despacio, por la mañana, haciendo oración. Y anotó telegráficamente aquella noche:
El acontecimiento le dejó transido todo el día. Cuando por la noche escribió este suceso íntimo en el Cuaderno seguía en la Llaga de Cristo. Por la tarde San Josemaría escribió sobre el tema a Juan Jiménez Vargas, el más antiguo miembro del Opus Dei que estaba en aquella zona, con el que hablaba con extrema profundidad de muchas cosas (en Burgos no tenía a nadie «mayor» del Opus Dei con quien hablar y comunicar las cosas de Dios):
La gran tradición de la piedad cristiana, siguiendo a los grandes Santos, siempre ha «mirado» con amor a las llagas de Cristo y se ha «introducido» en ellas. Es inmensa la bibliografía sobre el tema. San Josemaría, como tantos fieles cristianos a lo largo de siglos, recitaba cada día después de la Misa la oración En ego: «con gran amor y compasión voy considerando vuestras cinco Llagas», y pedía a Jesús: «dentro de tus Llagas ¡escóndeme!» [4]. Impresiona la insistencia de San Josemaría en que era la Llaga de la mano derecha. Copio aquí este texto de Santa Teresa:
La unión e identificación de San Josemaría con Cristo en el misterio de la Cruz le lleva a esta expresión sorprendente: «¡Corazón, en la Cruz!: Jesús mío, ¡qué más querría yo!». Perderse con Cristo en la Cruz es, pues, para él, la máxima felicidad. Para la inteligencia del texto es necesario, me parece, ponerlo en relación con el punto 163, escrito en la Legación de Honduras, y la exclamación allí contenida –como aquí–: «¡Corazón, en la Cruz!». Estas palabras y su contexto espiritual eran evidentemente conocidos por Juan Jiménez Vargas, que estuvo refugiado en la Legación de Honduras junto con San Josemaría, donde habría meditado la octavilla del futuro punto163. En la carta de 6 de junio hay un diálogo implícito con Jiménez Vargas a propósito de este punto, que tiene un fuerte contenido «ascético», a «contracorriente» de las pasiones, podríamos decir. Ahora, en cambio, San Josemaría ha tenido una renovada experiencia de la dulzura de la Cruz: tener el corazón en la Cruz no es «crucificarlo», sino meterlo en la alegría de Cristo. Viene a decir a Juan Jiménez Vargas –que leerá la carta en el frente de Teruel– que ese «¡Corazón, en la Cruz!» del punto 163, en la entera Cruz de Cristo, es la cumbre de la «mística», la felicidad total en Cristo: «Jesús mío, ¡qué más querría yo!». Es puro don de Dios. La purificación del corazón, a la que aspiraba en el punto 163, es ahora una pura consecuencia. La práctica de «meterse» en las llagas de Cristo venía de lejos en San Josemaría . De enero de 1934 es la consideración que da lugar al punto 288 de Camino. Y de julio de ese mismo año el deseo de cumplir el propósito «antiguo» de meterse cada día «en la Llaga del Costado de mi Señor». Vid textos en el comentario al punto 288. Dentro del camino hacia la santidad que San Josemaría señalaba, la contemplación de las Llagas de Jesús ocupaba un lugar importante en la vida de oración [6]. [1] Cuaderno VIII dpdo, Apuntes íntimos, nº 1576; la cursiva es del original. [2] Expresión popular que significa lo mismo que «loco», «chiflado», vocablos que ya hemos visto en boca del Autor. [3] Carta de San Josemaría Escrivá a Juan Jiménez Vargas, Burgos 6-VI-1938; EF 380606-1. [4] Missale Romanum, Gratiarum actio post Missam. [5] Libro de la Vida, 39, 1; BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 215; la cursiva es mía. [6] Escribe San Josemaría:
(Homilía «Hacia la santidad», 1967, en Amigos de Dios, 303). |