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Capítulo
Punto 568
Devociones · Punto 568

Gustosamente harían su oficio los Santos Ángeles Custodios
con aquella alma
que les decía:

«Ángeles Santos,
yo os invoco,
como la Esposa del Cantar de los Cantares, ‘ut nuntietis ei quia amore langueo’
—para que le digáis que muero de amor».

Comentario

Lo que «aquella alma» decía a los Ángeles está escrito ad litteram, sin palabras introductorias, en un guión de predicación:

«Angeles Custodios, yo os invoco, como la Esposa del Cantar de los Cantares, 'ut nuntietis ei quia amore langueo' (Cant. V, 8)» [1].

Desconozco quién pueda ser esa persona. Lo que en todo caso parece claro es que San Josemaría se fue despegando progresivamente de este lenguaje –«morir de amor»–, por otra parte tan habitual en la mística medieval y moderna, porque no daba buena noticia del mensaje y el estilo de vida cristiana que el Señor le pedía que difundiera por el mundo. A raíz de su muerte se publicó este texto de 1962:

«Para nosotros la muerte es Vida. Pero hay que morirse viejos. Morirse joven es antieconómico. Cuando lo hayamos dado todo, entonces moriremos. Mientras, a trabajar mucho y muchos años. Estamos dispuestos a ir al encuentro del Señor cuando El quiera, pero le pedimos que sea tarde.

Hemos de desear vivir, para trabajar por nuestro Señor y para querer bien a todas las almas: de todas las razas, de todas las lenguas, de todas las naciones. Somos todos hermanos, somos hijos de Dios y, por desgracia, hay tantos que, en lugar de sembrar amor, siembran el odio... ¿Veis la necesidad de que vivamos muchos años, sembrando siempre un gran amor a la convivencia?

En tiempos de Santa Teresa, los enamorados –tanto los místicos como los que cantaban el amor humano– solían exclamar, para demostrar la intensidad de su amor: que muero, porque no muero [2]. Y una letrilla famosa, que conoceréis, decía:

Ven muerte, tan escondida,
que no te sienta venir,
porque el placer de morir,

no me torne a dar la vida
[3].

Yo disiento de esta manera de pensar, y digo lo contrario: que vivo porque no vivo, que es Cristo quien vive en mí (cfr Galat. II, 20).

Tengo ya muchos años y no deseo morir; aunque, cuando el Señor quiera, iré a su encuentro encantado: in domum Domini ibimus! (Ps. CXXI, 1), con su misericordia, iremos a la casa del Señor» [4].

Ya se ve que el fondo teológico –no podía ser menos– es el mismo en San Josemaría y en Santa Teresa, pero el Autor de Camino no quiere escapar cuanto antes de esta tierra, sino gastar la vida en el servicio de Dios e impulsar a las gentes al encuentro con Cristo en la alegría y en el dolor de lo real y cotidiano del vivir en el mundo:

«Bueno, eso de que se muere de amor... De amor se vive. Quered mucho, quered con todo el corazón, que no os moriréis de amor. ¡Hala, a poner el corazón en el Señor, a quererlo de verdad! Amad a su Madre, a San José, y vivid con ellos en Belén, en Nazaret, en Egipto... Que os enamoréis de verdad, y que viváis de amor; que de amor no se muere, no: […] el amor da la vida; sin amor no se puede vivir. […] ¡Vivid de amor, hijos míos, aunque digáis, mintiendo, que morís de amor!» [5].

San Josemaría habla, como es tan habitual en él, extremando una contraposición –morir de amor, vivir de amor– para subrayar así el mensaje que quiere inculcar. Porque la expresión que emplea en Camino –y de la que se distancia después– admite ser entendida en el sentido que propone con «vivir de amor».

Así el DRAE explica cómo la palabra «morir» se emplea para manifestar la fuerza con que se ama o la intensidad con que se desea algo: «me muero de ganas de...», «me muero de amor».

Leer el punto 743, en el que gravita muy especialmente este clima de «vivo porque no vivo». Ese vivir en Cristo, claro está, comporta una continua «mortificación». Leer punto 187 y su comentario.



[1] Ejercicios Espirituales Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.

[2] Poesías, 2 («Muero porque no muero»); BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 654.

[3] El autor es el Comendador Joan Escrivá, cortesano de los Reyes Católicos, colaborador del Gran Capitán en Nápoles. El Autor de Camino en otra ocasión decía: es «un Escrivá de finales del siglo XV –pariente mío– que escribió una letrilla amorosa» (Tertulia, Roma 30-IV-1968).

El poema es «el ejemplo clásico de la oposición y complementariedad de muerte y vida desde el punto de vista del conceptismo» (Francisco Rico, Mil años de poesía española. Antología comentada, Madrid, 2ª ed, 1996, pg 197) e influyó notablemente en las célebres coplas de Santa Teresa de Jesús (Aspiraciones de vida eterna) y de San Juan de la Cruz (Coplas del alma que pena por ver a Dios; BAC 15, 13ª ed, 1991, pgs 77-79) que tienen ambas como estribillo el «que muero porque no muero» (vid Torcuato Luca de Tena, La mejor poesía cristiana, Martínez-Roca, Barcelona 1999, pg 204).

El texto del Comendador Escrivá puede verse ibidem, pgs 18-19, con esta variante para los versos 2 y 3: que no te sienta conmigo / porque el gozo de ir contigo.

[4] AGP, sec P, leg 1, 1975, pg VII-764. Son notas de una meditación predicada en Roma en 1962.

[5] Notas de una tertulia, La Lloma (Valencia) 7-I-1975; AGP, sec A, leg 51; también en AGP, sec P, leg 1, 1975, pg V-152.