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Capítulo
Punto 184
Mortificación · Punto 184

 ¿Para qué has de mirar, si «tu mundo»
lo llevas dentro de ti?

Comentario

Isabel Guerra, Mantiene su paz

Texto de profundas resonancias agustinianas. El original se encuentra en el Cuaderno V, nº 709, 25-IV-1932 [1], en esta forma:

«¿Para qué has de mirar, si tu mundo lo llevas dentro?».

Hay una anotación de San Josemaría hecha en los Ejercicios Espirituales de Segovia, escrita en primera persona (examen personal en el retiro) unos meses después, en la que vuelve a este pensamiento en el contexto de las «experiencias a lo David» del p/183:

«Día sexto, domingo: = Pureza =. La santa pureza: humildad de la carne. Señor: ¡siete cerrojos, para mi corazón! Siete cerrojos y ochenta años de gravedad. No es la primera vez que oyes esta solicitud mía. Bien: vigilar..., porque antes se apaga una centella que un incendio: huir..., porque aquí es una vil cobardía ser valiente: los ojos..., ¡cuántas experiencias tristes a lo David!, y, además, ¿para qué mirar, si mi mundo está dentro de mí?... Pero toda esta diligencia humana, con la mortificación y el cilicio y la disciplina y el ayuno, ¡qué poco valen sin ti, Dios mío!» [2].

La fórmula de Segovia –«mi mundo está dentro de mí»– se refleja en la redacción definitiva del texto: «'tu mundo' lo llevas dentro de ti».

El punto de partida es sin duda la necesidad de «guardar la vista» y con ella el corazón. Pero el autor se remonta a un horizonte más amplio, de impronta agustiniana, como dije, y teresiana [3].



[1] Ese día escribió primero la segunda parte del futuro p/200.

[2] Apuntes íntimos, nº 1658, 9-X-1932 (6º día del retiro de Segovia); la cursiva es del original.

[3] «Noli foras ire, in te ipsum redi: in interiore homine habitat veritas» (San Agustin, De vera religione, 39, 72; BAC 30, 2ª ed, 1956, pg 158). «Sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova, sero te amavi! Et ecce intus eras et ego foris et ibi te quaerebam et in ista formosa, quae fecisti, deformis irruebam. Mecum eras, et tecum non eram» (Confessiones, lib 10, 27, 38 ; BAC 11, 4ª ed, 1963, pg 410).

A esta experiencia de Agustín se refería Teresa de Jesús cuando escribía: «¿Pensáis que importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, […] sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí...?» (Camino de Perfección, ms de Valladolid, cap 28, 2; BAC 212, 8ª ed, 1986, pg 350).