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Capítulo
Punto 119
Santa Pureza · Punto 119

 ¡Qué hermosa es la santa pureza!
Pero no es santa,
ni agradable a Dios,
si la separamos
de la caridad.
La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos
con el riego,
que es la pureza.
Sin caridad,
la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas
en un lodazal, en una charca inmunda,
de donde salen vaharadas de soberbia.
 

Comentario

San Josemaría fechó este texto del cuaderno VI, nº 854, junto con otros dos puntos de Camino en 27-X-1932 [1]. Fueron incorporados los tres a las cuartillas a velógrafo.

Pureza y oración, primero. Ahora, pureza y caridad [2]. Ambos textos, redactados con dos años de distancia entre sí, son agrupados, uno tras el otro, para dar entrada a este capítulo.

En ellos, con suma concisión, San Josemaría expone el fundamento teológico y existencial de la «santa pureza» que predicaba a los fieles: el Amor en su doble movimiento, de Dios al hombre (el don) y del hombre a Dios y al prójimo (caridad) [3].



[1] Futuros puntos de Camino transcritos ese día: 667, 266, 119.

[2] Inmediatamente antes del pasaje transcrito anota San Josemaría en la misma página de su Cuaderno:

«La caridad efectiva entre los hermanos será la manifestación constante del espíritu fraterno. Y, con la caridad, la pureza. No estimo la pureza sin caridad: porque entonces no es virtud cristiana, es un hábito de decencia».

[3] En alguna ocasión oí a San Josemaría referirse, en este contexto de pureza, humildad y caridad, a lo que se decía de las monjas de Port-Royal: «puras como ángeles y soberbias como demonios». Henri Daniel-Rops, Histoire de l'Église. V-2. L'Église des temps classiques, Le grand siècle des âmes, Librairie Arthème Fayard, Paris 1958, pg 419, pone esta frase en boca del entonces Arzobispo de París, Monsieur Hardoin de Péréfix, después de su visita a las monjas, el 9-VI-1664.