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Capítulo
Punto 138
Santa Pureza · Punto 138

 «Infelix ego homo!, quis me liberabit de corpore mortis hujus?» —¡Pobre de mí!,
¿quién me librará de este cuerpo de muerte? —Así clama San Pablo. —Anímate:
él también luchaba.

Comentario

Esta octavilla y las dos siguientes parecen redactadas por San Josemaría siguiendo el guión 126. Incluso el orden de los puntos sigue el orden del guión. Las tres octavillas están como arrancadas de un bloc casero construido con dos grapas, cuyas señales se ven en las tres fichas. La base para este punto en el guión es sencillamente el texto paulino:

«San Pablo: Video autem aliam legem in membris meis repugnantem legi mentis meae et captivantem me in lege peccati, quae est in membris meis. Infelix ego homo! Quis me liberavit a corpore mortis huius? (Rom. VII, 23 y 24)» [1].

Como ya se ha dicho (vid el comentario al punto 135), la antropología de San Pablo es clave para comprender el lenguaje de San Josemaría sobre el cuerpo [2]. La unidad de alma y cuerpo, la comunidad de su destino en la unidad de la persona es el principio fundamental: «tu» cuerpo, «tu» alma.

Pero esa unidad es una «tarea» amenazada: por una parte, en cuanto porta el fomes peccati, el cuerpo es cuerpo del «hombre viejo» que participa de sus insidias, «cuerpo de muerte» (puntos 138 y 707) que, por eso, se constituye en enemigo del alma (puntos 195 y 196); por otra, en cuanto es templo del Espíritu Santo (1 Co 6, 19), participa del destino del alma: «guardar el corazón –alma y cuerpo– para Dios» (p/164).

Punto central en el discurso de Camino es el punto 195 (vid el comentario a ese punto): alma y cuerpo, dos enemigos que no se pueden ver (la batalla paulina), dos amigos que no pueden separarse (comunidad eterna de destino).

Esta realidad determina la actitud ascética del cristiano ante el cuerpo: hay que tratarlo con caridad, pues es una esencial dimensión de la persona humana [3] y, por tanto, objeto del legítimo y sobrenatural «amor a sí mismo». Pero no con blandura, pues es un enemigo traidor (puntos 226-227).

La dinámica cristiana es clara: se trata de «espiritualizar» el cuerpo –como dirá años después [4]–, que se resiste, para que glorifique a Dios (punto 135). «Di a tu cuerpo: prefiero tener un esclavo a serlo tuyo» (punto 214). Pero ese señorío del espíritu sólo se logra en Cristo y por la oración: «cuando se rebele contra tu alma el pobre cuerpo, bésalo también (el Crucifijo)» (punto 302).

Cuando el cuerpo va caminado en la línea del espíritu, su flaqueza no es obstáculo, ya no es enemigo (punto 895) [5]. Para una reflexión sobre el tema vid los puntos citados en este párrafo con sus comentarios.



[1] Ejercicios Espirituales, Plática «Santa Pureza», Vitoria VIII-1938; guión nº 126.

[2] Sobre el tema de la corporalidad en Camino vid José Morales (dir.), «Introducción» a Estudios sobre ‘Camino’, 1988, pgs 21-28.

[3] Que no es sólo el alma: «mi alma y yo no somos lo mismo», decía ya Tomás de Aquino en un pasaje de hondo significado antropológico: «anima cum sit pars corporis hominis, non est totus homo, et anima mea non est ego; unde licet anima consequatur salutem in alia vita, non tamen ego vel quilibet homo. Et praeterea cum homo naturaliter desideret salutem, etiam corporis, frustraretur naturale desiderium» (Santo TomAs de Aquino, Super I Cor., cap 15, l.2; Marietti, nº 924). «El alma no es la persona», dice en la Summa, pues es «parte» de la especie humana: «manus vel pes non potest dici hypostasis vel persona; et similiter nec anima, cum sit pars speciei humanae» (Summa Theologiae, Iª q. 75 a. 4 ad 2).

[4]San Josemaría:

«No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver –a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares– su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo»

(Homilía pronunciada en la Eucaristía celebrada en el campus de la Universidad de Navarra, 8-X-1967; Conversaciones, 114).

[5] Cuando San Josemaría oyó por vez primera en Roma, durante los años cuarenta, el refrán «quando il corpo sta bene, l'anima balla" (cuando el cuerpo se encuentra bien, el alma baila) se extrañó, y le molestó, pero luego vio que reflejaba una verdad importante para la vida espiritual: «no es –decía– sino un modo gráfico de expresar esa conveniencia de estar sanos, para servir a Dios en el trabajo ordinario» (Álvaro del Portillo, nota a Instrucción, 31-V-1936, nº 91; AGP, sec A, leg 49, carp 1).

«El cuerpo está bien –aunque esté enfermo– y el alma baila, si se tiene sentido sobre la vida sobrenatural» (Notas de un coloquio con mujeres, 29-IV-1969; texto en AGP, sec A, leg 51). Sobre esa relación de la salud corporal con la vida espiritual vid p/706.