Menú
Capítulo
Punto 409
El plano de tu santidad · Punto 409

No pensemos que valdrá de algo
nuestra aparente virtud de santos, si no va unida a las corrientes virtudes de cristianos.
—Esto sería adornarse con espléndidas joyas sobre los paños menores.

Comentario

Punto tomado de un pasaje del Cuaderno V de Apuntes íntimos, nº 794, con fecha 28-VII-1932 (y seguido del p/952). Después de copiar el texto, San Josemaría agregó: «Virtus tantum nobilitas» [1].

En el fondo es la misma doctrina del punto anterior. Allí el concepto positivo era «santidad», «piedad». Aquí, «las corrientes virtudes de cristianos», entendidas como la expresión cotidiana de la caridad, en contraste con cosas «extraordinarias», «aparentes» [2] y, en todo caso, ininteligibles sin la hermenéutica de las virtudes tangibles del hogar y del trabajo [3].

El contraste que establece San Josemaría no es entre «virtudes sobrenaturales» y «virtudes humanas», sino entre «extraordinario y llamativo», de una parte, y «ordinario y corriente», de otra.

Lo ordinario y corriente puede vivirse con auténtica vida sobrenatural –la santidad, la piedad, de que se habla en el punto anterior–, que asume en la caridad el contenido de las virtudes humanas.

«Espléndidas joyas sobre los paños menores». Una vez más la afinidad, la resonancia, el eco de los clásicos del Siglo de Oro. Ahora es el Quijote de Cervantes. El Caballero del Verde Gabán, hablando de su hijo, que es poeta, declara:

«Vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras; porque letras sin virtud son perlas en el muladar» (Parte II, cap XVI).

La doctrina de este punto se completa en la del que sigue a continuación.



[1] En vez de «joyas» San Josemaría escribió primero en el Cuaderno «alhajas».

[2] Lo «aparente» en el sentido de lo «que aparece y se muestra a la vista», según el Diccionario de la Real Academia Española, voz «Aparente», 2ª acepción en las dos ediciones citadas: 15ª ed (1925) y 19ª ed (1970).

[3] Un libro de Georges Chevrot escrito en los años 50, titulado Las pequeñas virtudes del hogar (traducción española: Barcelona, Herder, 1957), se mueve en el horizonte espiritual al que apunta el Autor de Camino.